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Gracias por separar un momento de su tiempo y detenerse a observar un poquito el panorama de mi pensamiento, el ambiente que mi alma quiere regalarles...

14 mar 2011

El cuento de la Mandarina

Legos de la ciudad, desde un lugar donde los ríos se confunden entre la maleza y las piedras, donde parte del terreno fue tomado por la mano del hombre para ser campos de pastoreo, donde algunos pocos sitios fueron plantados para abastecer de frutos a los hambrientos…
Ahí inicia nuestra historia, en una ramita verde, colgando de un árbol… Una pequeña flor abrió sus pétalos una mañana clara y se llenó del polen que una abejita enamorada de su aroma transportaba en sus patitas.
En ese momento nuestra flor blanca se complementó para formar una pequeñita mandarina.
Ella empezó a crecer bañada con gotitas de lluvia y con rallitos de sol.
Todos los días se asombraba de lo grande que estaba, de lo jugosa que internamente se convertía, aunque aun estaba un poco ácida creía que adentro en algún momento estaría dulce como la miel…
Un día, cuando ya su cuerpo estaba color anaranjado y reluciente de dulzura, un pajarito se acerco a ella y le pregunto:
- Hola como estas?
Nuestra amiga en su rama respondió:
- Muy bien, feliz porque el día esta esplendido, las nubes en el cielo hacen que los sueños vuelen en la imaginación…
El pajarito le comento que se sentía un poco hambriento porque tenia unos polluelos que le exigían alimento todo el día y no había podido refrescarse ni desayunar…
La mandarina lo observo y se conmovió con su solicitud y le dijo:
- Por qué no intentas tomar un poquito de mi jugo?
A lo cual el pajarito realizo complacido…
- Oooouch, me dolió – dijo la mandarina pero sonrió feliz de saber que estaba ayudando a su nuevo amigo…
El pajarito sacio su sed y hambre, luego de unos minutos se despidió agradeciéndole a la mandarina…

Paso el tiempo, cuando se dio cuenta llego la época de cosecha y una escalera se acerco al árbol donde reposaba la mandarina. Una mano grande y empolvada la tomo y halo de ella hasta romper la ramita que la sostenía; dos ojos la observaron y dos labios dijeron:
- Esta no sirve, ya la picaron los pájaros! – poco después se escucharon algunas otras palabras que no quisiera repetir…

Entonces de un empujón la tiraron lejos del árbol…

Poco a poco, nuestra mandarina solitaria sobre la tierra fue perdiendo su vivo color anaranjado y llenándose de un empolvado color verduzco, tristemente se tendió a morir… Ella no se imaginaba que sus entrañas ya estaba realizándose un proceso, estaba germinando un retoño del árbol que próximamente alimentaría a otros animalitos…