Una mañana fría y lluviosa de julio, una señorita de rostro angelical y vestida de viernes de moda, se arrodillaba en el banco de la iglesia rezando y pidiendo a Dios ayuda para los pobres.
De pronto un niño con ropas rasgadas, sucias y desteñidas se acercó y le dijo:
- ¿Cómpreme una candela?
La muchacha lo miro en forma despectiva y le respondió:
- ¡No tengo plata para eso!
El niño la miro pensativo y le comentó:
- Debería estar ayudando en lugar de estar rezando!